domingo, 7 de julio de 2019

Azul y Naranjado

Después de varios días grises, el cielo quería encontrar nuevamente su Azul. Ese azul que reflejaba su claridad y le permitía irradiar luz para contagiar alegría.
Estaba convencido de que la mejor forma de hacerlo era junto a Naranjado, quien lo acompañaba en sus mejores días, haciendo aún más visibles sus encantos para los demás; aunque más que eso, la magia estaba en que Naranjado lo acompañaba en sus peores momentos, como en esos días grises, en los que el consejo que le daba a Azul siempre era el mismo: "No te desanimes, mátate".

Solo ellos entendían el sentido de esas palabras, que siempre terminaban en un  abrazo profundo permitiendo la fusión de los dos.
Esa sencilla y confusa frase era una de las cosas que los mantenía unidos y que fueron olvidando cuando se sumergieron en la bruma del bosque sin árboles, donde el cielo ya no se veía por falta del aire puro que desapareció cuando acabaron con los árboles, bajo la promesa de mejorar las condiciones para quienes vivían bajo ese cielo.

El cumplimiento de esa promesa es incierto y quizá siga siéndolo durante largo tiempo.
Sin embargo con la esperanza de ese futuro mejor, todos tomaron las acciones que consideraban apropiadas bajo ese nuevo panorama; un panorama tan diferente que les impedía recordar cómo era cuando existían los árboles, el sol, el cielo y las demás cosas lindas que compartían y disfrutaban cada día.

Azul y Naranjado también cambiaron sus dinámicas, haciéndose incapaces de unirse para transformar los días grises.
La noche en que el cielo por fin los tuvo frente a frente, ellos optaron por no abrazarse. Se limitaron a mirarse en la distancia; pues cada uno eligió un lugar que consideró el más apropiado, quedándose ahí, donde día a día tratan de reconstruir un nuevo cielo y piensan en el otro, aguantándose las ganas de decir "Quiero darte el abrazo que faltó esa noche".