sábado, 7 de junio de 2014

La había amado tanto que desde el día de su muerte no pensaba en otra cosa que en la posibilidad de traerla de nuevo a la vida. No como consecuencia de algún arrepentimiento absurdo por querer cambiar algo de su historia, como suelen hacerlo muchas personas cuando sus seres queridos parten, sino para verla aunque fuera sólo una vez más; ansiaba poder pasar un poco más de tiempo con ella y disfrutar del simple hecho de sentirla a su lado.
Constantemente la recordaba y repasaba cada uno de los objetos y fotos que le hacían evocar la alegría que le dio a su vida el haber contado con su presencia. Su cara se iluminaba con una sonrisa y su mente se imaginaba abrazándola, hablándole, caminando junto a su eterna hermosura física y espiritual; siendo mucho más feliz de lo que habitualmente era.
 
Una noche, en medio de un insólito e inexplicable fenómeno, recibe un mensaje según el cual su gran deseo podría hacerse realidad: Rosa, su amada, volvería a su vida; sin embargo estaría destinado a perder cada parte de su cuerpo que estuviera en contacto con ella. Sin dudarlo aceptó; por nada perdería la segunda oportunidad de contar con ese gran regalo.
La mañana posterior la recibió con los ojos cerrados y la cabeza llena de confusiones, no lograba descifrar lo que había sucedido, decidió que había sido un sueño incoherente y levantarse a seguir con su vida, sin ella.
La historia cambió un segundo antes de levantarse de su cama, cuando vio a Rosa acostada a su lado. Sus ojos brillaron y sus dientes se asomaron en medio de una sonrisa cargada de cariño. Quiso saber si realmente estaba de vuelta o si era que aún continuaba dormido, reproduciendo en su subconsciente aquel interminable anhelo. Optó por hablarle, en medio de la conversación descubrió que era cierto, algo o alguien le había concedido su deseo.
Inmediatamente quiso acariciarla, pasó sus dedos por encima de su cara y su mano por su cabello, ¡cuánto tiempo había añorado hacerlo! Se vio manco y reconoció que era un precio que estaba dispuesto a pagar. Sentir su piel, recorrerla suavemente, era una placer incomparable con alguna otra actividad.
Continuó recorriéndola con su mirada, compartiendo con ella, evitando tocarla para no afectar su cuerpo. En un momento desprevenido quiso besarla, le acercaba suavemente sus labios y justo estaba por imaginar lo que sería perderlos, para decidir si retroceder o seguir adelante, cuando sintió un gran dolor en su pecho;era la manifestación de un infarto: le había entregado a Rosa su corazón.