La había amado tanto que desde el día de su muerte no pensaba en otra cosa
que en la posibilidad de traerla de nuevo a la vida. No como consecuencia de
algún arrepentimiento absurdo por querer cambiar algo de su historia, como
suelen hacerlo muchas personas cuando sus seres queridos parten, sino para
verla aunque fuera sólo una vez más; ansiaba poder pasar un poco más de tiempo
con ella y disfrutar del simple hecho de sentirla a su lado.
Constantemente la recordaba y repasaba cada uno de los objetos y fotos que
le hacían evocar la alegría que le dio a su vida el haber contado con su
presencia. Su cara se iluminaba con una sonrisa y su mente se imaginaba abrazándola,
hablándole, caminando junto a su eterna hermosura física y espiritual; siendo
mucho más feliz de lo que habitualmente era.
Una noche, en medio de un insólito e inexplicable fenómeno, recibe un mensaje
según el cual su gran deseo podría hacerse realidad: Rosa, su amada, volvería a
su vida; sin embargo estaría destinado a perder cada parte de su cuerpo que
estuviera en contacto con ella. Sin dudarlo aceptó; por nada perdería la
segunda oportunidad de contar con ese gran regalo.
La mañana posterior la recibió con los ojos cerrados y la cabeza llena
de confusiones, no lograba descifrar lo que había sucedido, decidió que había sido
un sueño incoherente y levantarse a seguir con su vida, sin ella.
La historia cambió un segundo antes de levantarse de su cama, cuando
vio a Rosa acostada a su lado. Sus ojos brillaron y sus dientes se
asomaron en medio de una sonrisa cargada de cariño. Quiso saber si realmente
estaba de vuelta o si era que aún continuaba dormido, reproduciendo en su subconsciente
aquel interminable anhelo. Optó por hablarle, en medio de la conversación descubrió
que era cierto, algo o alguien le había concedido su deseo.
Inmediatamente quiso acariciarla, pasó sus dedos por encima de su cara
y su mano por su cabello, ¡cuánto tiempo había añorado hacerlo! Se vio manco y reconoció
que era un precio que estaba dispuesto a pagar. Sentir su piel, recorrerla
suavemente, era una placer incomparable con alguna otra actividad.
Continuó recorriéndola con su mirada, compartiendo con ella, evitando
tocarla para no afectar su cuerpo. En un momento desprevenido quiso besarla, le
acercaba suavemente sus labios y justo estaba por imaginar lo que sería perderlos,
para decidir si retroceder o seguir adelante, cuando sintió un gran dolor en su
pecho;era la manifestación de un infarto: le había entregado a Rosa su corazón.
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