Ahora es todo un hombre, asesor de empresas a través de internet. Tiene su propia oficina y día a día conduce su automóvil para llegar allá. En ese recorrido suele detenerse frente a un semáforo en el que una jóven ofrece golosinas que vende para su sustento económico.
Cuando coincide con ella, él recibe su producto y le entrega a cambio las monedas equivalentes a su valor, siempre acompañándolas de una sonrisa que recibe como respuesta una mirada profunda y tierna.
Cierto día las monedas fueron complementadas por un pequeño papel
"Quisera conocerte pero no soy capaz de hablarte...Ella, que unicamente conocía la vida en las calles nunca tuvo acceso a la escuela y nadie le enseñó a leer o escribir, al ver el papel lo abrió con curiosidad y como no podía entederlo lo metió en su bolsillo con conformidad; en el siguiente encuentro le explicaría su situación y le preguntaría por el escrito.
Soy sordomudo."
Llegado el momento le dijo:
"No sé leer, qué me escribiste??"Y al obtener como respuesta nada más que constantes gestos de negación interpretó la nota como un texto cortante frente a la indirecta coquetería anteriormente compartida.
Él quedó preguntándose por lo que había salido de sus labios, ansiaba volver a detenerse frente a ese semáforo en rojo, y cuando por fin ocurrió notó que ella pasó a otro carro sin mirarlo ni sonrerirle, sin siquiera ofrecerle los dulces.
Asumió que sus palabras fueron un rechazo a la propuesta que le había dejado.
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